Alianza Producción

Opinión

Volviendo a la normalidad

«Me temo que los próximos meses girarán en torno al caos y la insensatez: el gobierno irresponsablemente promoviendo la apertura y las personas, ignorantes, olvidando el riesgo de contagio»
Mario Alejandro Valencia
29 Junio del 2020

En la práctica la cuarentena terminó prematuramente y, como estaba previsto, la gente que está saliendo a recuperar su rutina previa a la emergencia sanitaria se encuentra con la covid-19. Porque el virus no ha desaparecido -y está lejos de hacerlo-, como también lo está encontrar, producir y distribuir una vacuna; muchos parecen haber olvidado este detalle. Así, el ‘pico’ de contagiados no ha llegado, las UCI se están llenando y los muertos no paran de crecer.

¿Qué motiva a las personas a salir y enfrentar esta situación? Al menos dos fenómenos simultáneos están ocurriendo. El primero, es la necesidad. Siempre se dijo, con razón, que la condición para quedarse en casa era contar con los ingresos suficientes para atender las necesidades básicas. El gobierno nacional no ha actuado con contundencia y celeridad, no apropió los recursos requeridos, ni los distribuyó eficientemente. Entre aguantar hambre y arriesgarse al contagio, las personas -obviamente- escogieron la segunda. A esto se suma la toma de decisiones lunáticas como el día sin IVA y la apertura que ha tenido de todo menos de gradual e inteligente. El segundo, es la ignorancia. Personas que, teniendo las posibilidades materiales de quedarse en casa y aislarse, decidieron violar la cuarentena por caprichos personales: incapacidad de no celebrar un cumpleaños, una reunión de amigos o la ida a la finca, demostrando una alta dosis desprecio por el resto de la sociedad.

El regreso a la “normalidad” ha dejado en evidencia las falencias que tenemos como sociedad, tras un proceso de años de construcciones culturales, políticas y -sobre todo- económicas. Empecemos explicando el círculo vicioso por la última: no haber construido un aparato productivo robusto y diversificado generó concentración de riqueza en sectores de características feudales, traducido en un mercado laboral enclenque de poca productividad y bajos ingresos que estimula la informalidad. En este escenario, las relaciones de poder que se dan entre los privados y los sectores políticos no son de asociación para el progreso, sino complicidad en la repartición de las coimas. El Estado que resulta de esta alianza no está interesado en propiciar que la ciudadanía acceda a la formación y capacitación que la haría más productiva y más consciente de su rol en la comunidad, pues entre más educación hay menos lugar para la corrupción. Lo que surge de este coctel tóxico es una cultura volcada a la ventaja individual que, para cerrar el círculo, no agrega suficiente valor en la construcción de un empresariado de alta innovación y componente tecnológico, sino a emprendimientos risibles que se nutren de la persistencia en las brechas de desigualdad.

 

Una intervención del Estado de manera distinta, sería el factor que cambiaría el movimiento de la rueda. La pandemia, en los próximos días, tendrá su foco de mayor afectación en América Latina. Para contenerlo, es ineludible que los gobiernos asuman las pérdidas económicas, promuevan una reapertura con garantías sanitarias y exijan el cumplimiento del distanciamiento social, el uso de tapabocas como nuevo estándar de relacionamiento y el lavado de manos en todos los espacios de confluencia. El cumplimiento de estos requisitos demanda voluntad política, una visión económica alejada de la ortodoxia y una ciudadanía con mayor compromiso. En conclusión, gobiernos que protejan a la población y una población que confíe y acate las decisiones de las autoridades.

Como ninguna de las dos está presente en Colombia, me temo que los próximos meses girarán en torno al caos y la insensatez. El gobierno de manera irresponsable seguirá promoviendo la apertura y las personas en medio de su ignorancia se olvidarán del riesgo de contagio. El sistema de salud estará en una situación permanente de colapso y las muertes se volverán parte del paisaje de la nueva normalidad, hasta que la ciencia del mundo desarrollado nos salve de la barbarie. Ojalá este desenlace sea solo producto de la imaginación y no una predicción del regreso a la cotidianidad de un país que -antes de la pandemia- ya parecía de la edad Media, aunque tenga internet.

* Profesor de economía de la Universidad de Los Andes y del Colegio de Estudios Superiores en Administración, CESA. Co autor de la Política Nacional de Reindustrialización y de la Política de Agroindustrialización, del Gobierno Nacional 2022-2026.

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