Mario Alejandro Valencia
25 de Marzo 2022
El anhelo colectivo de tener una vida mejor depende, en lo material, de un crecimiento económico ligado con la producción de bienes y servicios esenciales. No es la única, pero es fundamental, porque las necesidades humanas son concretas; por ejemplo, Angus Deaton probó que no es posible ser feliz aguantando hambre.
Teniendo claro lo anterior, debemos ir al origen de lo que posibilita el crecimiento. Lo primero, aunque parezca obvio, es que haya personas. Un orden lógico podría ser así: las personas nacen, se crían, se forman, trabajan, se jubilan y mueren. En este ciclo tan sencillo, al parecer a la mayoría de la población colombiana se le ha olvidado que el simple hecho de reproducirse y llegar con vida a la edad de trabajar tiene un costo social del cuidado alto, ¡el 20 % del PIB!, $235 billones, una jugosa actividad económica que no se paga.
Por tal razón es ineludible que el cuidado sea parte de las cuentas económicas. La lógica debe abordar dos costos que hoy no se asumen:
1) El de excluir del mercado a más de 5 millones de mujeres inactivas dedicadas sin remuneración al cuidado del hogar, y
2) El de entregar al mercado fuerza de trabajo futura y cuidar a los adultos mayores. Como el mercado relegó estas tareas y no tiene incentivos para asumir el precio, el Estado debe incluirlo en su presupuesto, al menos inicialmente.
Junto con la economista Diana Vargas hemos recogido ideas que apuntan a la creación de un Sistema Nacional del Cuidado, con la meta de llegar en importancia a los que tienen los sistemas de salud, educación, infraestructura y defensa. El sistema debe poner en marcha una oferta conjunta que permita a las cuidadoras insertarse en el mercado productivo, a la vez que se le apuesta al aumento y fortalecimiento de la fuerza trabajadora del país. El éxito depende del aumento del presupuesto de instituciones como las de prosperidad social, bienestar familiar, educación, deporte, cultura, Sena y, además, crear la herramienta para coordinarlo: un ministerio de la Mujer.
No invertir en esto significa una enorme barrera al crecimiento económico, porque no se entrega al mercado mano de obra de mejor calidad. Hoy, el 42 % de la población llega al mundo laboral sin formación, con retraso de crecimiento y más de la mitad con inseguridad alimentaria, entre otros problemas. Se traduce en baja productividad con empleos precarios y empresas en sectores de bajo valor agregado. Por eso las actividades jalonadoras del crecimiento actual están concentradas en la reventa comercial y no en la transformación con tecnología. Si queremos atraer inversión en áreas de alta complejidad, como la transición energética, es indispensable incrementar la productividad por la vía del cuidado.
El objetivo de estos programas, además de mejorar la calidad de vida de mujeres cuidadoras, es la de otorgarles tiempo para que puedan vincularse a trabajos remunerados. En sí mismo, la creación de esta oferta de bienes y servicios crea una demanda laboral importante. En la medida en que se construye la cultura del cuidado como una actividad remunerada, se da la posibilidad de que se vinculen a su trabajo no solo mujeres, sino también hombres cuidadores. Se trata de una transformación cultural alrededor del cuidado, para que no sea una responsabilidad de mujeres, sino de la sociedad en conjunto.
*Publicado originalmente en El Espectador.