Alianza Producción

Foto Mario Valencia

¿La única reforma necesaria es la tributaria?

Mario Alejandro Valencia

Entre 2020 y 2022, el apoyo fiscal en respuesta a la Covid-19 en los países de ingresos altos sobrepasará el 16 % del Producto Interno Bruto (PIB). En Colombia, en 2020, apenas llegó a 4,1 % y entre 2021 y 2026 se aplicarán medidas de ajuste fiscal de 7 % del PIB.

Para una parte importante de la población, saber que el Estado gastará menos es un alivio, por la ineficiencia del gasto que resulta con frecuencia en vergonzosos hechos de corrupción o de obras mal ejecutadas y con sobrecostos. Sin embargo, seguir en el terreno de la austeridad que ha recorrido el país en las últimas décadas, es contraproducente y no traerá una recuperación pronta de la economía. Los datos más recientes del DANE muestran que para julio el país ya superó en términos de crecimiento los niveles previos a la pandemia, pero con tasas de desempleo y pobreza todavía muy altos.

En efecto, aunque ya hayamos recuperado los niveles de producción, el consumo de los hogares todavía está por debajo de la pre pandemia y la situación sería más grave de no ser por el crecimiento de 31 % en las remesas de los trabajadores a sus familias en Colombia durante el primer semestre de 2021 con relación al mismo periodo de 2020. Así las cosas, las remesas se convirtieron en el segundo producto de exportación del país después del petróleo, son dos veces más altas que las exportaciones de carbón y casi tres veces más que las exportaciones de café. Es lamentable que lo más representativo del libre comercio de Colombia sea su alta capacidad de enviar personas a trabajar en otros países.

La reforma tributaria que acaba de aprobarse no resolverá esta lamentable situación. Esta parece más un anticipo de campaña para 2022, que un plan serio de reactivación. Los recursos no solamente son insuficientes, sino que la terquedad gubernamental de no establecer tarifas diferentes de acuerdo con el tamaño de las empresas refuerza la desigualdad empresarial que impide su crecimiento. El Conpes 4023 de reactivación estima en $ 135 billones los recursos de reactivación, pero el 75 % provienen de las inversiones que realiza el sector privado, poco probable de que se cumpla porque la inversión extranjera directa para el primer trimestre de 2021 sigue más baja que en 2020 y es apenas el 61 % del valor de 2019, así que su recuperación todavía será lenta.

En este sentido, le correspondería al Estado asumir una responsabilidad mayor en la reactivación. Pero no lo logrará porque no tuvo la inteligencia de lograr un acuerdo para corregir aspectos esenciales de regresividad que prueban que la tributación en Colombia no es redistributiva y si no lo es, de acuerdo con la evidencia moderna, tampoco promueve el crecimiento capaz de demandar empleos. Para colmo, el rubro más grande del presupuesto de 2022 es el servicio de la deuda, el 22 % del total y 59 % más alto que el rubro de Educación. ¿Cómo puede orientar eficientemente la inversión un Estado que decide que es mejor cumplir con los especuladores financieros que con la educación de su fuerza de trabajo?

La decisión que se tomó con los Derechos Especiales de Giro es una prueba de lo anterior. El país recibió una emisión equivalente a USD 2790 millones, que pudieron ser usados para aumentar el gasto público. En lugar de ello, el gobierno y el Banco de la República prefirieron hacer un canje de deuda que no aporta recursos nuevos sino liquidez, pero manteniendo los mismos niveles de reservas y de deuda. Es seguro que el gobierno de Duque ha probado su férreo compromiso con la banca, las agencias calificadoras de riesgo y con Carrasquilla, en lugar de promover reformas comerciales y productivas que consigan un crecimiento económico pensando en empleos de calidad y sostenibilidad ambiental.

Desde ya las candidaturas presidenciales que apuntan a no seguir el camino del desastroso gobierno actual, deben construir una propuesta responsable y estructural en materia tributaria, pero también en otras áreas que resuelvan problemas estructurales. El sistemático déficit en las cuentas externas del país le resta autonomía económica y la fallida inserción de Colombia en la globalización ha sacrificado la producción nacional. Son temas esenciales que deben ser estudiados con rigurosidad y sin dogmatismos. Es cierto que los discursos apasionados de la refundación de la patria no resolverán los problemas estructurales, pero al mismo tiempo se necesita suficiente apertura para considerar caminos alternativos de desarrollo.

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